"En un beso, sabrás todo lo que he callado."Pablo NerudaFotografía de Robert Doisneau de 1950.
“El Beso” o “Le Baiser de l’Hotel de Ville”
Hay besos que nos revuelven los sentidos. Pueden liberarnos o aprisionarnos, significar mucho más que un beso, o menos que una palabra. Sellar un pacto, iniciar una tregua, demostrar cariño o terminar una relación... ya que un beso puede ser una caricia, una pregunta, un comienzo o una despedida. Nos gustan, nos disgustan, nos los dan o los damos: por compromiso, por convencionalismo, por amor, por deseo o por amistad. A veces nos dejan indiferentes y otras no podemos olvidarlos.
Solo para empezar, se puede besar en la boca o en las mejillas, en las manos, en el cuello, en la frente, en el alma y hasta en los ojos. Por otra parte, lo normal es besar con los labios, pero se puede también besar con la lengua, con los dientes, con las manos, con la mirada e incluso con la nariz. ¡¡¡De tantas maneras se puede expresar un beso!!!
El poder de los besos es tal, que pueden acariciarnos o abofetearnos. Los hay dulces, cálidos, amargos, adecuados, empalagosos, fríos, falsos, tiernos, robados, sinceros... Hay besos que te petrifican y otros que te hacen volar, besos que no quieres recordar y otros que recuerdas aunque no quieras. Hay besos que nunca debieron darse y otros que perduran en la memoria porque nunca se dieron. Hay incluso besos que borran todos los besos anteriores.
Es por eso que, a veces, un beso se vuelve una necesidad, un anhelo, una búsqueda. Y es entonces besar la única manera en la que podemos expresarnos, la única acción sincera y pura que nos queda.
Sin embargo, besar es, según la
Real Academia de la Lengua Española, simplemente “Tocar u oprimir con un movimiento de labios, a impulso del amor o del deseo o en señal de amistad o reverencia”. Amor, deseo, amistad, reverencia. ¿Quién podría imaginarse, a través de esta escueta definición, todo lo que puede encerrar un beso?